01 agosto 2010

Conoce tu barrio: La Casa del Duende


Se hallaba situada en la calle del Conde Duque con vuelta a la del Duque de Liria. El hecho que origina su nombre y la leyenda a que nos vamos a referir ocurrió en el mes de junio del año mil setecientos y tantos. La casa era propiedad de la marquesa de Hornazas.
Primeros habitantes: En la planta baja había una taberna y la principal se hallaba ocupada por la dueña del inmueble. Cierta noche, algunos concurrentes al establecimiento donde se expendían bebidas estaban produciendo un fuerte alboroto a consecuencia de una dudosa jugada que había realizado uno de ellos. De súbito, apareció un enano barbudo que con un vozarrón tremendo les impuso silencio, conminándoles para que lo guardaran en lo sucesivo y amenazando a los que desobedecieran el mandato; dicho todo esto, se esfumó como por ensalmo. Días después, como se repitiera el escándalo y hallándose ya los provocadores armados con grandes porras, al filo de la media noche aparecieron una docena de enanos esgrimiendo garrotes, que bien manejados por ellos dieron en tierra con los alborotadores, dejándolos maltrechos entre ayes y grandes lamentos.
Pocos días después, cuando la señora marquesa estaba ordenando al mayordomo que adquiriera unos cortinajes para el salón, se presentaron tres enanos, con bigote y perilla, vestidos con lujosos trajes, trayéndola los referidos adornos en ofrenda gratuita. La marquesa, claro está, se desmayó, tardando bastante tiempo en recuperarse; al hacerlo se fue a una iglesia cercana para confesarse y, lo más rápido que pudo alquiló el inmueble, al que ya jamás regresó.
Nuevos inquilinos: Un canónigo, don Melchor de Avellaneda y, en la buhardilla, Jerónima Perrín, lavandera de profesión.
A la semana de su estancia, el clérigo estaba escribiendo al señor obispo, solicitando que le prestara un libro que precisaba para la redacción de sus sermones. Antes de la firma de la carta, tuvo la sorpresa de que se presentara un enano, revestido de monaguillo con el volumen que solicitaba. Parece ser que después
de lo sucedido salió corriendo el clérigo y nadie le vio parar.
Jerónima, la humilde lavandera, se había dejado la colada de la ropa tendida, para su oreo, en la margen del Manzanares. Como por la noche llovió bastante, a la mañana siguiente madrugó para recogerla, pero no hubo lugar, porque al salir de la casa, en el mismo portal, tres enanos le entregaron su ropa.
Los cuatro sucesos, para una sola mansión, eran más que suficientes. Intervino entonces la Inquisición y se efectuaron exorcismos sobre la casa, pero los guasones enanos no aparecieron. Luego los vecinos prendieron fuego al inmueble y, meses después, cuando se determinó su total demolición, una madrugada del mes de diciembre, bajo los escombros del salón del piso, se levantó la trampilla, que estaba muy bien disimulada, y aparecieron nueve personajes demacrados, los cuales eran, simplemente, fabricantes de monedas falsas.
Aquí termina la leyenda y empieza la historia:
Viernes 22 de junio de 1866. Se sublevan los sargentos del cuartel de San Gil al grito de: «¡Viva la libertad! ¡Viva Prim!». El movimiento fracasa y el general Pierrad -uno de los principales comprometidos, al caer herido es trasladado a la casa del Duende, construida sobre el solar en que se alzó la legendaria mansión y, allí, cual un nuevo duende logra salvarse de los distintos registros que realizan las fuerzas triunfadoras del general O'Donnell en su búsqueda, hasta lograr, definitivamente, ponerse a salvo.
(LEYENDAS Y ANÉCDOTAS DEL VIEJO MADRID - Francisco Azorín. - Ed. El Avapiés)

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